Queridas moralas y queridos moralos.
El año pasado me dirigía a vosotros recordando los estragos causados en el 2020 por la COVID-19, toda la frustración e impotencia contenida durante ese pandémico año salieron a relucir cuando me puse a escribir. Veníamos de dos años duros, muy duros. Tanto, que hasta tuvimos que abstenernos de celebrar nuestro Carnaval, algo que ni el dictador consiguió en cuarenta años.
Este, sin embargo, es distinto. Atrás quedaron los males que ayudamos a paliar inyectando millones de euros, miles de millones menos que los invertidos en nuestro polígono industrial para dar paso a un nuevo modelo productivo, el que permitirá fabricar cartones y baterías de litio, así como garantizar el transporte gracias a la plataforma logística levantada
en Expacio Navalmoral, pero tan importantes como estos para evitar cierres y despidos en el comercio local.
Por eso, si el año pasado mis mejillas se anegaban con las lágrimas vertidas al recordar tan ominoso periodo, este lo hacen de alegría. De alegría porque a pesar de esos años demoledores se ha conseguido reconducir la situación. Desde hace quince años Navalmoral no generaba tanto empleo ni tantas oportunidades ni tanta formación específica y cualificada que permita asentarse a la población y que los jóvenes salgan solo a vivir nuevas experiencias, aprender y a crecer como personas, pero sabiendo que van a volver. El de este año tampoco será un Carnaval normal, será el primero de una ciudad que trasciende el Campo Arañuelo y comienza a preparase para acoger ciudadanía procedente de diferentes partes del mundo y como ella, su carnaval, que abrirá su puertas a los nuevos conceptos que vengan con ellas y sus pueblos a mejorar y encumbrar el Carnavalmoral.
Pero mientras eso ocurre nosotros seguiremos disponiendo el Tejar para albergar a ese nuevo turismo que disfruta viniendo en autocaravanas, agradeciendo a las peñas sus esfuerzos construyendo carrozas, poniendo en valor los cientos de dedos quemados con silicona, las yemas agujereadas a alfilerazos, los pies doloridos y las ojeras en sus trabajos. Enormes sacrificios para crear diseños dignos de pasarelas y ser la envidia de carnavales, Cibeles y Milán. Institutos, padres, madres, fuerzas y cuerpos de seguridad, colectivos de voluntarios y voluntarias, Comisión de Festejos, agentes económicos, personal sanitario, trabajadores y trabajadoras municipales, gobierno local y otras administraciones, personas todas, todas esenciales y todas implicadas, como esencial e implicado es mi compañero y amigo Alfredo, quien pasando siempre desapercibido recuperó la feria de cacharritos, llenó las mañanas de disfraces comiéndose el carnaval por una pata y devolvió el carnaval al pueblo y a la calle.

Raquel Medina Nuevo.
Alcaldesa de Navalmoral de la Mata